Una vez los periodistas se hubieron marchado, el hombre del bigote se acercó a Bruce Wayne con el paso confiado de la autoridad. -¿Señor Wayne?- dijo-. Detective McTheodore, de la INTERPOL. Investigo el robo. Bruce se hizo el sorprendido. -¿La INTERPOL? No lo entiendo, el robo se ha cometido aquí mismo… El DPGC era quien se encargaba, ¿no? -La mía es una investigación paralela- explicó-. Hace años que estoy persiguiendo al mismo ladrón, y tengo fuertes motivos para pensar que es nuestro hombre. -Caramba. Bueno, pues usted me dirá. Si hay algo que pueda hacer, puede estar seguro de que lo haré. -Tenía la esperanza de que lo hiciera, señor Wayne- dijo McTheodore sonriendo, e inmediatamente borró la sonrisa de la cara-. Conozco a Sam la Comadreja, y una vez que encuentra un blanco no lo suelta. Dígame, ¿tiene usted algo de valor en su casa? Bruce trató de contener la carcajada. Tuvo éxito durante unos dos segundos. -Tengo un servilletero- respondió-. Aparte de eso, creo que todo lo demás es de valor. -Necesita vigilancia policial. Si la Comadreja ha robado una vez su propiedad, seguirá hasta dejarlo seco. En la mirada de Bruce se reflejó una más que ensayada preocupación. -Vaya, no lo sé, pensaba que el ladrón había entrado en el museo y se había llevado lo primero que pilló… -Con el debido respeto, señor Wayne, no sabe usted nada de robo de museos. Uno no entra a robar en un lugar como éste sin tener en mente el objetivo del robo. -Sí, bueno, supongo que tiene sentido… McTheodore sacó una tarjeta de su gabardina. -Mi consejo es que contrate a una agencia de seguridad, o que pida un dispositivo policial para su casa, hasta que el caso esté cerrado. Mucho me temo que no tengo autoridad para obligarle a cumplir este consejo, pero si se comete algún otro robo, aquí tiene usted mi teléfono. Llame a cualquier hora e infórmeme. Wayne cogió la tarjeta y la miró, ocultando en sus ojos el recelo. -Si tengo algún problema en mi casa, no dudaré en llamarle- respondió con amabilidad-. Por su parte puede usted venir a visitarme cuando lo desee. Si el caso avanza podrá informarme, y si no podemos jugar al golf. La teniente de alcalde juega conmigo cada semana. ¿Juega usted al golf? McTheodore le miró con una curiosa condescendencia. -Estaremos en contacto, señor Wayne. -A sus órdenes, detective- respondió Bruce, sonriendo en blanco polar, y salió de la sala de prensa.
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